El crucero de la iglesia

La belleza de la arquitectura gótica

El espacio frente al presbiterio se conoce como el “crucero” y ambas áreas hacen alarde de los componentes característicos de la arquitectura medieval, particularmente cuando elevamos la vista para ver cómo las columnas se alzan para convertirse en los nervios que conforman un hermoso entramado estructural.
Nos parece ver una superficie continua, pero detrás de la terminación en cal, todo está construido en piedras cortadas, esculpidas y unidas unas con otras con mortero.

Para llegar al cielo

De acuerdo con la teología medieval, un cristiano no nace, se compromete a la fe. Camina de la oscuridad de la noche (el oeste) hacia donde nace la luz (el este). En este templo, con intención metafórica, el piso sin pulir de mármol granítico contrasta con losas pulidas que, a cada lado del pasillo central, destacan el camino hacia el altar.
Las columnas que enmarcan el área del presbiterio subrayan características propias de las construcciones religiosas del medioevo. La ambición de ascensión – de alcanzar el cielo – es expresada por la verticalidad y esbeltez de columnas. Estas parecen ramilletes de flores, tallos con una aspiración vertical sorprendente cuya determinación de subir reta el peso de la gravedad que hala la piedra y también a nosotros, hacia lo terrenal.
Hace eco a este anhelo la ubicación en altura del Cristo Resucitado, pieza en bronce de factura italiana que donó a la iglesia la Familia Fonalledas, de Puerto Rico.
La Iglesia de San José tiene un doble techo, el que vemos desde adentro y el que la protege de las inclemencias del tiempo por fuera. Entre una y otra capa, cada esquina contiene botijas de barro que alivian el peso de estos techos. Esta técnica constructiva se utilizó principalmente en España y México.

Encuentra el vellocino de oro

Junto al presbiterio, una cancela de madera conduce a la sacristía de la iglesia, al campanario y a un patio trasero. Arriba de la cancela aparece el escudo del rey Carlos I de España, también Emperador Carlos V del Sacro Imperio Romano en la primera mitad del siglo 16. Un escudo similar, en piedra, aparece en la fachada la Catedral de Santo Domingo. El nuestro, en madera, es obra de los Hermanos Iranzo, emigrantes de la Guerra Civil Española. El emblema reproduce el Toisón de Oro, collar/insignia de una orden medieval de caballería dedicada a diseminar el catolicismo. De la pieza cuelga un carnero alusivo al vellocino de oro mitológico, símbolo de la “Jerusalén liberada”.